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Entrevista

“En Asia hay que construir la marca Argentina de carnes”

21-01-2020

“En Asia hay que construir la marca Argentina de carnes”

El Ingeniero Fernando Vilella - ex decano de la Facultad de Agronomía de la UBA- se desempeña como Director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA y presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA). En una entrevista completa, el especialista analiza el escenario actual del sector ganadero, y desarrolla la gran oportunidad que tiene la Argentina frente a la creciente demanda del mercado chino. Además, nos cuenta todo sobre lo que se viene: blockchain, biocombustibles, bioeconomía, nuevas tendencias y mercados.

¿Por qué cree que ha crecido tanto la demanda mundial de carnes? En las últimas décadas, centenares de millones de pobres rurales se convirtieron en clases medias urbanas, especialmente en los países asiáticos. El consumo mundial de carne pasó de 29 kilos per cápita en la década del 60´ a 57 kilos per cápita en la actualidad. Además, se duplicó la población mundial. Como consecuencia de estos dos factores, la producción global de carnes pasó de 87 a 430 millones de toneladas, multiplicándose casi por cinco el total de carnes consumidas. Por otro lado, la composición de la matriz de carnes cambió ya que creció el consumo de cerdo, de pollo, y también la piscicultura. Hasta el año pasado, China tenía la mitad de los cerdos del mundo, pero la fiebre porcina africana modificó radicalmente el escenario, reduciendo en 50% su población porcina. Esto hizo que que China se transformara – en el marco de un proceso de crecimiento de sus importaciones de carne vacuna- en un enorme aspirador de todo tipo de proteínas. Hoy más del 70% de las carnes argentinas vacunas van a China. ¿Cuántas toneladas importa China? En 2018 la importación de carne vacuna de China oscilaba entre el millón y medio y los dos millones de toneladas, teniendo en cuenta lo que ingresa por China, por Hong Kong y eventualmente algo que entraba vía Vietnam. Ese número estaba acompañado por unas quince mil toneladas refrigeradas de carne de alto valor, lo que sería equivalente a la cuota Hilton. ¿Qué cortes predominan? Inicialmente estamos hablando de categoría “vaca” y no de los cortes más caros, pero esta situación anómala está arrastrando a otros más sofisticados. En el último año, no sólo subió el valor del corte de categoría baja, sino que además el conjunto de cortes se amplió en forma extraordinaria para este año nuevo chino, finales de enero, y luego volvió al precio de un año atrás. En este contexto, ¿cuál es la oportunidad de la Argentina? Si bien China ya era el principal comprador de carne vacuna del mundo y de la Argentina, esto se intensificó fuertemente en los últimos meses. Creo que si el mercado de carnes de alta calidad se multiplica como lo hizo el resto de las carnes, o las cerezas, los arándanos y los autos sofisticados; el crecimiento puede ser significativo. Podría esperarse que, en unos años, China se convierta en el primer comprador global, no solo de cortes de baja calidad, sino también de los más sofisticados. ¿Cómo es este consumidor chino? ¿Cómo se podría captar/fidelizar? El consumidor sofisticado de China pertenece a la clase media más grande del mundo, compuesta por 440 millones de personas con un poder de compra equivalente a la media de Estados Unidos. Es un mercado en el cual la carne vacuna importada resulta un producto nuevo. Y la Argentina no está en ese ideario de calidad, porque ese consumidor chino no importaba carne y mucho menos de nuestro país. En la mente del nuevo comprador chino hay que construir la “marca Argentina”, que no está instalada. ¿Esto tiene precedentes? Sí, hay ejemplos de estas construcciones. Por ejemplo el trabajo que hizo Chile con sus cerezas mediante una política de promoción importante, logrando en 2019 vender más de mil millones de dólares de cerezas. Pudo armar este negocio desde los cincuenta millones de dólares en seis años. Construyó un formato en la mente del consumidor chino, asociando el producto a la buena calidad. Hay que instalar una marca -eventualmente marca país de Argentina- que permita asociar nuestros productos a sistemas naturales de producción. ¿Y cómo se podría implementar esto? Hay que construir en la mente del consumidor chino una imagen de la carne argentina asociado a parámetros ambientales positivos (que los hay). Pensemos que en Beijing la gente sale todos los días a la calle con barbijo por la contaminación que existe. Entonces, si somos capaces de unir nuestros sistemas productivos con un sistema natural, con siembra directa y nuestros suelos y atmósfera poco contaminadas etc., sin dudas ese esfuerzo dará resultados, porque tendremos un rasgo diferencial. Hay trabajos del INTA que demuestran cómo la huella de carbono y la huella hídrica de los sistemas productivos argentinos, especialmente los ganaderos, son mucho mejores que las de cualquiera de nuestros competidores. Es un trabajo de largo plazo, que debería realizar de manera mancomunada todo el conjunto del sistema productivo ganadero argentino. Es el momento ideal para hacerlo, dada la necesidad de China de importar carnes en grandes volúmenes. De todas maneras siempre es bueno tener mercados diversificados ¿no? ¡Sin dudas! Lo peor que nos podría pasar es repetir la experiencia inglesa de los 30´, cuando el Reino Unido decidió no comprar carne argentina, o cuando tuvimos problemas en ciertos momentos con la Unión Europea. La gran ventaja es que los países asiáticos están creciendo, y los árabes también. A finales del siglo XX, el 50% de todos nuestros productos agroindustriales exportados iban a Europa , hoy esta cifra no es más del 25%. Hemos diversificado nuestra oferta exportable: hay un porcentaje importante que va a China, otro a los países de la ASEAN, también a la India y a los países árabes. La A SEAN, que es el grupo de los países del sudoeste asiático, hoy resulta muy atractivo (Filipinas, Indonesia, Vietnam, Singapur, Malasia, etc.) Por ejemplo, nuestro principal comprador de trigo, que era Brasil, pasó a ser Indonesia en estos meses. Para maíz y harina de soja, hoy el principal comprador es Vietnam. Es un mundo distinto que ya se refleja en nuestras exportaciones; hay que entender esa dinámica y responder de la misma manera con las carnes. ¿Y Japón? Con Japón se pudo avanzar y hoy podemos enviar carne del sur, de la zona libre de aftosa sin vacunación, algo que antes no se podía hacer. Además, Japón habilitó a Uruguay, que es libre con vacunación, lo que sienta un precedente importante para que el resto de nuestro país se incorpore a la exportación de carne vacuna a Japón. Y si se abre Japón, se abre Corea que tiene las mismas normativas. ¿Esta diversificación de mercados también tiene que ver con los cortes exportados? A ver… ¡el asado nadie te lo va a pagar mejor que un argentino! Ciertos cortes para milanesas y el asado deberían quedar en el país, mientras que Israel o Rusia son buenos mercados para los cortes delanteros, y eventualmente China. Los cortes más sofisticados hasta ahora iban a la Unión Europea, con cuota Hilton. Pero habría que trabajar para que de aquí en adelante también se exporten a Japón, China, Corea, etc. La estrategia debería ser diversificar mercados y colocar cada corte en aquel lugar donde por cultura o por consumo sea más valorado. ¿Cómo está el consumo interno hoy? Si sumamos vacunos, porcinos, aves y corderos, hay solo 4 países que consumen más de 100 kilos de carne y uno de ellos es la Argentina. Los otros son Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. En cuanto a los bovinos, el único que hoy consume más carne vacuna que Argentina es Uruguay. ¿Cuáles son los aspectos a mejorar del sistema de producción pecuaria local? La Argentina tiene un potencial genético importante que no se muestra por falta de trazabilidad individual (hoy es por tropa) y por la ausencia de ciertos rasgos, así como la falta de seriedad institucional del país. Me refiero a no haber alertado problemas sanitarios en su momento. Durante nuestro último episodio de fiebre aftosa, la Argentina tardó mucho tiempo en denunciarlo, mientras que Uruguay lo hizo inmediatamente. Este tipo de cuestiones hacen que un kilo de novillos para exportación valga 40-50% más en Uruguay que en Argentina, en dólares. Argentina tiene un potencial enorme porque la calidad de nuestra carne es muy buena pero estos problemas institucionales han acechado contra la posibilidad de mejorar la inserción de nuestro país en los mercados. ¿Acá entra el tema del blockchain? Desarrolle un poco este proyecto. Sí, el blockchain es parte de una estrategia que estamos trabajando en equipo, analizando cómo podemos instalar este sistema en el país. Su gran ventaja es que constituye un sistema para trazabilidad que es inviolable. En la medida en que cada uno de los actores va volcando información, ésta no puede ser modificada. Así, el consumidor final podría hacer un trazo muy preciso sobre qué pasó con ese animal desde que nació hasta que llegó al plato donde lo van a consumir. Argentina tiene algunos pasos previos, mientras que en Uruguay ya hace 10 años que se hace trazabilidad individual con los sistemas tradicionales. Esperemos poder dar un vuelco tecnológico, incorporando este sistema de trazabilidad. ¿En qué instancia de desarrollo está este sistema? Es incipiente. Se está aplicando En algunas cadenas comerciales de granos y en algunos supermercados, para ciertos productos. Estamos en los comienzos, pero creo que tiene potencial y preveo crecimiento hacia adelante, ya que la trazabilidad se convertirá pronto en una exigencia de los mercados más sofisticados. En un futuro no tan lejano, creo que las proteínas pseudo carnes que provienen de vegetales tendrán presencia en el mercado, pero cubrirán el consumo más popular y barato (lo que hoy es consumo de hamburguesas). La carne, tal como hoy la conocemos, tendrá un consumo más premium, que exigirá trazabilidad y certificación. Todo lo que tenga que ver con estos requisitos permitirá valorar aquellos productos de alta calidad que tiene la Argentina, pero que hoy no cubren estas exigencias. El evento de la fiebre porcina puede acelerar los procesos tecnológicos de las proteínas alternativas porque habrá un hueco imposible de cubrir de casi 30 millones de toneladas, número que abarca todo el comercio de las carnes en los últimos años. Habrá un efecto sobre los precios, subiéndolos, y un impacto sobre las nuevas tecnologías, acelerándose. Hoy resuenan cada vez más fuerte términos como biomasa y biocombustibles ¿Cómo se relacionan la ganadería y la bioeconomía? ¿Cómo puede contribuir la biomasa a la producción ganadera? Resulta difícil escindir una cosa de la otra, creo que todo forma parte de un mismo sistema. Este año la Argentina será el segundo exportador mundial de granos de maíz, pero exporta el 63% de lo que produce como grano, mientras en los otros jugadores grandes del mercado este porcentaje es mucho menor: en Brasil menos del 30% y en Estados Unidos el 17%. Ese grano nos lo compran, lo mismo que la harina de soja, que constituye más del 90% de lo que producimos y se exporta como tal para producir carnes. Desde la perspectiva bioeconómica, esa transformación de maíz en etanol, esa biomasa del grano, una parte importante -alrededor de la mitad- es la burlanda, que es lo que queda una vez que las levaduras atacaron los hidratos de carbono del maíz, transformándolo en alcohol. Queda un producto enriquecido en proteínas que va directo al feedlot, al consumo de animales. Si se trata de un feedlot estabulado puede generar estiércoles que van a biogás y producir energía. Ese es un concepto bioeconómico, donde el producto genera un subproducto, que antes era un desecho en y forma parte de otro proceso de agregación de valor y menor impacto ambiental. El proceso de la formulación de etanol genera dióxido de carbono que se libera y capturado puede ir a bebidas gaseosas y genera burlanda que va a la producción de carne vacuna, que a su vez genera estiércoles que se transforman en energía. Eso es bioeconomía, un círculo virtuoso en donde los insumos se van obteniendo a partir de procesos previos y no hay desechos, o éstos son mínimos en términos ambientales y económicos. En 2020 vuelven las retenciones a los tres principales cultivos de la Argentina. ¿Esto afecta indirectamente al productor ganadero? Hay dos formatos de efecto. Para cierta ganadería, el maíz será más barato. O sea, para exportar, como las retenciones al maíz y a la soja son muy superiores a las de las carnes, de alguna manera éstas últimas tienen ventajas, porque su insumo más importante baja de costo. La pregunta es si esto es sostenible en el tiempo, ya que si los agricultores tienen señales muy negativas puede generarse un problema. Pero uno también puede decir que hoy producir carne en el país es más barato que un mes atrás en términos relativos. Hoy de nuevo los productores de carne tienen el precio de los alimentos subsidiados porque las retenciones hacen que el valor local baje. Entonces si el ganadero produce a partir de sus propios granos tiene una ventaja relativa. Pero para el agricultor es una desventaja importante, que puede determinar a mediano o largo plazo, una baja en la producción. Cuando hubo retenciones bajó fuertemente la producción de cereales y eso impactó también en las exportaciones. ¿Cómo está el mercado interno de carnes? En los últimos años que aumentó la exportación podría decirse que, en términos relativos, la carne que queda en el país está más barata, porque parte del animal que se exporta recibe precios mayores. Entonces en la compensación, si medimos en términos de inflación, aumentó menos la carne para el mercado interno que lo que hubiera aumentado en situaciones con menor exportación. Considero que la exportación es complementaria con el mercado interno, porque muchos de los cortes no son los mismos. Lo que había empezado a pasar y por suerte cesó, es que ciertos cortes de consumo popular en la Argentina, como el asado o el vacío, habían comenzado a exportarse. Pero esto no debería suceder. La industria debería autorregularse, entender que no tiene que desproveer el mercado interno, sino aparecerá alguien que cerrará de nuevo las exportaciones. Existe un equilibrio que hay que sostener.

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