19-11-2019
Es productora agropecuaria desde hace 40 años. Fue directora de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y desde allí se involucró con las realidades y necesidades de muchísimas mujeres del campo. Hoy forma parte de la Red de #Mujeres Rurales, creada en noviembre de 2018, y acaba de publicar su primer libro, que aborda las problemáticas centrales de este colectivo. Entrevistamos a Adela Nores, autora de “Mujer Rural, nuevas voces”. ¿Desde cuándo está ligada al campo? ¿Qué actividades desarrolla? Soy productora rural desde hace más de 40 años y también fui criadora de caballos. En 2006 fundé mi propia empresa, Adela Nores e Hijas SA, que incluye a mis 4 hijas. Hoy tengo la suerte de trabajar con una de ellas, que es ingeniera agrónoma, y con mi yerno. Tenemos un campo de 10.000 hectáreas en Puan, al sur de la provincia de Buenos Aires, una zona bastante seca que recibe apenas 400 ml de lluvia al año. Por eso lo utilizamos exclusivamente para cría y contamos allí con 1800 cabezas madres. (Llegamos a tener 2500, pero a partir de las grandes sequías que sufrimos en los últimos años, nos vimos obligados a reducir el número de cabezas). Como la idea era lograr que el campo tuviera el ciclo completo, alquilamos otro establecimiento en Huanguelén, donde realizamos el engorde. Ese campo se utiliza para siembra y ganadería, habiendo logrado casi un 99% de preñez y un gran destete. Hoy estamos haciendo unos 600 novillos al año, aparte de lo que es producción de terneros, vaquillonas preñadas y todo lo que es el esquema de producción ganadero, pero todavía podemos hacer mucho más. ¿Exportan? Aún no, pero soy parte de un grupo de mujeres exportadoras de carne, que está cerca de concretar su primer envío. El grupo es femenino porque hay países como Chile, Estados Unidos o Inglaterra, que tienen un trato especial para aquellas empresas que compran más a organizaciones de mujeres. Esto comenzó con un programa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que incentiva a empresas para que compren/vendan a empresas de mujeres, o las empleen. Es interesante haber formado el grupo exportador porque yo no podría cubrir todo el requerimiento de un cliente grande por mi cuenta. Entonces nos juntamos varias empresarias y para marzo/abril 2020 prevemos hacer la primera exportación. ¿Además del componente femenino, tienen alguna otra particularidad? Sí, que varias de las mujeres del grupo estamos produciendo carne de pastizal, considerada como ecológica. Este tipo de carne tiene un mercado interesante, tanto a nivel local como internacional. Es muy valorada porque tiene muy poco aporte de grano, no tiene feedlot, no tiene consumo de agroquímico indirecto del grano, y de todo lo que come un animal engordado normalmente. Es una vaca que se vende mucho a Europa pero algunas empresas argentinas también están pagando más por esta carne. ¿Cómo despertó en usted esta conciencia de “mujer rural”? ¿Cuándo surgió la idea de escribir un libro? En 2008 me convertí en directora de la Sociedad Rural Argentina y, desde ese lugar, comencé a adquirir una conciencia gremial que fue creciendo a lo largo de los años. Durante una década (fue directora hasta 2018) visité campos, conocí y ayudé a muchísimas mujeres de todos los rincones del país. Además, muchas de mis amigas son productoras y siempre me interesó el tema. De hecho, hace 20 años formé una asociación de mujeres en empresa de familia y el 80% de las que venían eran de empresas agropecuarias. Todo esto me llevó a escribir mi libro, que presenta una imagen mucho más cercana de la mujer rural argentina: un sujeto múltiple, heterogéneo y altamente complejo. ¿Qué rol tienen hoy las mujeres rurales? Creo que no sólo cumplen un papel fundamental en el hogar de campo, sino que también tienen un alto peso en las tareas productivas y de administración. En la actualidad, un tercio de la población mundial está compuesto por mujeres rurales. Además, ellas son responsables del 50% de la producción de alimentos del mundo. El libro involucra la participación de valiosas mujeres rurales del país de diversas áreas, y muestra la deuda pendiente de su participación económica. ¿En qué consiste esta deuda? La deuda se traduce en la necesidad de garantizar el acceso pleno a la educación, al empleo, a las TIC, la propiedad, la salud y la justicia, entre otros temas. Además, la mujer que vive del campo tiene una problemática tan básica y elemental como es la falta de agua potable. No puede tomar el agua de la canilla ni la de los pozos, que está contaminada con arsénico -en toda la Pampa Húmeda y sur de Córdoba y Santa Fe- con lo cual tiene que acarrear agua en bidones. Algunos campos tienen una vertiente de agua que es pura, pero son excepcionales. Por eso la mujer rural argentina necesita que se implemente un sistema de agua potable en los pueblos. En la provincia de Buenos Aires hay sólo dos grandes plantas de purificación de agua. ¿Qué intentan reivindicar desde el colectivo de mujeres rurales? ¿Sentís que todavía hay mucho por cambiar? Las mujeres rurales exigen hoy una nueva visibilidad, son las nuevas voces del campo. Y no están solas. En el mundo hay una posición general que apoya a las mujeres para que se manifiesten, hablen en público y sean escuchadas, se profesionalicen y hagan sus propias empresas. El movimiento a favor de la mujer es muy intenso en todos los sectores. Hoy todas estamos rompiendo un molde tradicional en el que la mujer no tenía acceso a muchas cosas, pero todavía falta largo un camino por recorrer. ¿Y cómo podría allanarse ese camino? Sería muy importante lograr el arraigo definitivo de las mujeres en los campos para aumentar la productividad. Hoy existen muchas políticas públicas que cambiarían radicalmente la realidad de la mujer rural: electrificación, agua potable y buenos caminos, además de los temas que afectan directamente a la producción. Los planes de electrificación en el campo son del siglo pasado y la energía eléctrica es muy dispersa. Es necesario reclamar con urgencia políticas públicas que mejoren esta situación. En Buenos Aires por ejemplo, una de las provincias más productivas del campo, es frecuente tener sólo tres horas de motor diario, ¿qué podés hacer con eso? ¿Estas nuevas voces son las protagonistas de tu libro? ¿Cuál es el objetivo de la publicación? ¡Sin dudas! La mujer del campo en la Argentina no ha sido escuchada, siempre ha tenido que demostrar que vale, pero lo hizo desde atrás de un hombre. Es necesario que su voz y sus necesidades se escuchen, porque ellas son las que promueven el arraigo. Creo que las mujeres están para mucho más en el campo argentino. Por eso entrevisté a más de 70 mujeres rurales, ingenieras agrónomas o veterinarias, que se dedican a trabajar o administrar sus campos. Les pregunté cómo vivían el aislamiento y la falta de agua, entre otras problemáticas. Y el libro es un compilado de sus respuestas. ¿Y el tema educativo en qué situación está? En el campo argentino hay un gran analfabetismo, generado por el aislamiento. Se cerraron muchas escuelas rurales y debemos dar un salto cualitativo que llevará varios años. Yo encuentro una paradoja grande: las escuelas rurales tienen una currícula que incentiva a la gente del campo a mudarse a la ciudad. Se enseña qué cosas son interesantes de la ciudad y no en qué radica el atractivo de vivir en el campo. Habría que incorporar cursos de alambradores o que se explique cómo se manejan las maquinarias, por ejemplo. Además, resulta insólito que un país que vive del campo tenga pocas universidades que dictan carreras afines al sector. Las tecnicaturas con alta dedicación a las áreas productivas del campo son muy pocas. Deberían incrementarse para lograr una mejora importante en la producción rural. ¿Y las mujeres rurales están capacitadas? Sí, la mujer busca capacitarse para justificar su trabajo en la empresa. El último censo arroja que las explotaciones agropecuarias encabezadas por mujeres se duplicaron en 16 años. Según datos del Censo Agropecuario 2018 realizado por el Indec, un 20% de los establecimientos es conducido por el género femenino, mientras que en 2002 el porcentaje era del 10%”. Esto es porque la mujer actual llega al campo con mucha más capacitación. ¿Qué relación tiene el campo argentino con la tecnología? Hoy el campo argentino está altamente tecnificado, uno no puede producir sin saber computación o inglés. Maximizando el detalle y utilizando las computadoras, con información bien procesada y tecnología se puede producir mucho mejor. En este sentido, es importante el tendido de red de fibra óptica que hizo este Gobierno, pero todavía debe seguir creciendo, y se deben mejorar los caminos. ¿Cuál es el estado actual de nuestros caminos? Los caminos de todo el país están absolutamente deteriorados. Ni siquiera se lograron cambios significativos con los enormes esfuerzos que hizo la gobernadora Vidal para mejorarlos. El país no está comunicado, se ha iniciado un programa de autopistas pero llevará varios años terminarlo. Esto hace que la mujer no quiera quedarse a vivir en el campo y que la inmigración a las grandes ciudades sea permanente. Este tema no ha podido solucionarse en la Argentina. Si se lograra que las familias vivan en el campo la producción sería mucho más eficiente. ¿La energía también es una cuenta pendiente? El desarrollo de energías no convencionales, como la eólica y la solar, también son importantes para el agro. Lamentablemente, toda la red de energía solar o eólica que se hecho hasta el momento alimenta las grandes ciudades, porque se ha tenido que colgar de lo que son la infraestructura del cableado. Esto canaliza la energía que sale de los parques eólicos hacia los grandes centros de distribución de esa energía. El plan de desarrollo de energía tiene que ser un plan provincial y nacional y no se tiene que colisionar. Esto no tiene que terminar en Buenos Aires pero tiene que ser redistribuida al campo, hay que armar un buen plan que llegue de vuelta al campo desde los grandes centros. La provincia de Buenos aires es una zona A, tiene una gran capacidad para producir energía eólica. Por ello se requiere un plan de energía eléctrica que apoye a una pampa tan rica como la nuestra.